El estrés es la respuesta natural de nuestro cuerpo y nuestra mente ante situaciones o exigencias difíciles. Puede manifestarse física, mental o emocionalmente, provocando tensión, ansiedad o trastornos del sueño. Sin embargo, hay formas sencillas de aliviar el estrés, como mantenerse activo, conectar con los seres queridos y establecer límites.
El estrés es una experiencia común a la que todos nos enfrentamos y que afecta tanto a nuestra salud física como mental. Como la mayoría de las cosas en la vida, el estrés no es único. Existe el estrés agudo, que aparece y desaparece, y el estrés crónico o a largo plazo, la carga persistente que nos desgasta con el tiempo. Ambos tipos pueden afectar considerablemente a nuestra salud y calidad de vida.
Comprender las complejidades del estrés y cómo puede afectarnos más allá de la mera gestión del caos; Aprender a recuperar la paz y el bienestar, paso a paso, incluso cuando nos enfrentamos a situaciones estresantes.
Comprender los signos del estrés es el primer paso para controlarlo. Aunque cada persona responde al estrés de forma diferente, hay algunos indicadores comunes que conviene vigilar:
Existen muchos síntomas físicos del estrés, tanto agudos como crónicos. Algunos síntomas agudos del estrés son:
Los síntomas del estrés crónico son diversos. Puede que experimentes dolores de cabeza o migrañas, esa inconfundible sensación de martilleo en las sienes tras un día especialmente duro.
El malestar estomacal también puede manifestarse como una sensación de nudos que se retuercen en el vientre antes de un acontecimiento importante o una conversación difícil. Los problemas digestivos suelen acompañar a estas sensaciones, lo que hace que las comidas sean menos agradables.
El estrés puede afectar a nuestras emociones de muchas maneras, entre ellas:
El estrés crónico puede provocar síntomas como ansiedad, ataques de pánico, depresión o aislamiento de los seres queridos.
Existen algunos síntomas comunes del estrés a los que hay que prestar atención. Es posible que notes que tu apetito cambia cuando te sientes estresado, ya sea comiendo menos o quizás recurriendo a tentempiés para reconfortarte un poco. Es como si pusieras el piloto automático sin darte cuenta de cómo cambian tus hábitos alimentarios.
Luego está la procrastinación: aplazar tareas o responsabilidades puede parecer más fácil cuando todo parece demasiado.
El estrés suele provenir de multitud de fuentes, tanto grandes como pequeñas. He aquí algunos desencadenantes habituales del estrés:
Cuando el estrés se convierte en una presencia constante, se infiltra silenciosamente en todos los rincones de nuestra vida, dejando su huella tanto en nuestra salud física y mental como en nuestras relaciones.
El estrés puede poner a prueba las relaciones. Cuando uno o ambos miembros de la pareja sufren estrés, éste puede afectar a la comunicación, la conexión emocional y la resolución de conflictos. Cuando los factores estresantes se acumulan, es como si una espesa niebla se instalara entre los miembros de la pareja, dificultando que se vean con claridad y conecten en profundidad. Puede parecer que habláis idiomas distintos, incapaces de salvar la distancia entre vuestras experiencias y emociones.
A medida que aumenta la tensión, nuestra sensación de seguridad empieza a desvanecerse, lo que desencadena la respuesta de "lucha o huida" de nuestro cuerpo. Es como si se activara un interruptor: la ira puede hacer que nos enfrentemos, mientras que el miedo puede empujarnos a alejarnos, creando distancia y malentendidos entre la pareja.
Incluso la capacidad de nuestro cerebro para interpretar las expresiones faciales puede verse afectada, haciendo que interpretemos erróneamente señales neutras como hostiles, lo que provoca más malentendidos y tensiones en las relaciones.
El estrés constante no sólo afecta a cómo nos sentimos, sino que también puede alterar el funcionamiento de nuestro cerebro. Pero no te preocupes, nuestro cerebro se adapta de forma asombrosa mediante un proceso llamado neuroplasticidad.
Por ejemplo, en ciertos trastornos de ansiedad, nuestros centros de memoria pueden encogerse un poco, mientras que las partes de nuestro cerebro responsables de procesar el miedo pueden volverse más pronunciadas o activas. Además, nuestra capacidad para tomar decisiones puede tener dificultades para mantener bajo control nuestras respuestas de miedo cuando nos sentimos ansiosos.
Estos cambios influyen en la forma en que percibimos y manejamos el estrés, lo que se suma a los retos que plantea el control de la ansiedad.
Antes de sumergirnos en cómo afecta el estrés a nuestro cuerpo, es importante recordar que estos efectos no se producen de la noche a la mañana. Por lo tanto, no hay necesidad de entrar en pánico. Con paciencia y autocuidado, puedes revertir estos efectos y dar pasos positivos hacia una mejor salud y bienestar.
El estrés puede tener efectos negativos en nuestro sistema nervioso. Cuando experimentamos estrés, nuestro cuerpo se inunda de hormonas del estrés.
Con el paso del tiempo, este aumento de la actividad hormonal puede dar lugar a complicaciones en el sistema nervioso y a un estado de alerta constante que, en última instancia, conduce al agotamiento de los recursos del organismo.
El estrés crónico puede repercutir negativamente en la salud del corazón, ya que puede causar hipertensión arterial crónica, lo que puede aumentar el riesgo de infartos o enfermedades cardiovasculares.
El estrés continuo debilita el sistema inmunitario, haciendo que el organismo sea susceptible a infecciones y enfermedades.
El estrés puede afectar al aparato digestivo y provocar dolores de estómago, náuseas o afecciones graves como úlceras y síndrome del intestino irritable.
El estrés crónico afecta a la libido y provoca otros problemas reproductivos tanto en hombres como en mujeres.
En los hombres, el estrés persistente puede disminuir los niveles de testosterona, lo que puede provocar una reducción del deseo sexual. Del mismo modo, en las mujeres, el estrés continuado puede alterar el equilibrio hormonal y nuestro sistema endocrino, provocando ciclos menstruales irregulares y posibles dificultades de fertilidad.
El estrés crónico es un factor primordial en el desarrollo o agravamiento de los trastornos de ansiedad y la depresión.
La activación prolongada de la respuesta del organismo al estrés puede alterar el equilibrio de los neurotransmisores y la química cerebral, lo que aumenta considerablemente la vulnerabilidad a estos trastornos mentales.
El estrés también puede provocar agotamiento mental, haciendo que las tareas cotidianas parezcan insuperables e influyendo negativamente en el funcionamiento diario de una persona.
El estrés también puede provocar irritabilidad, lo que puede tensar las relaciones con la familia, los amigos y los compañeros.
La gestión del estrés es algo más que encontrar formas de relajarse. Se trata de establecer rutinas, fijar límites y adoptar hábitos saludables para mantener una vida equilibrada.
Reconocer las fuentes de estrés es el primer paso hacia una gestión eficaz. Ya sea reorganizando los horarios de trabajo o buscando el apoyo de los seres queridos, comprender qué desencadena el estrés nos permite tomar medidas proactivas para hacerle frente.
El camino de cada persona para controlar el estrés es único. Algunas encuentran consuelo en sencillos rituales, mientras que otras recurren al apoyo de amigos, familiares o profesionales. Sea cual sea el enfoque, la clave está en tomar medidas intencionadas para reducir el estrés y aumentar la resiliencia para afrontar los inevitables retos de la vida.
Algunas actividades físicas que alivian el estrés son
Dormir lo suficiente refuerza la resistencia del organismo frente al estrés y mejora el sistema inmunitario. Una buena noche de sueño desempeña un papel crucial en la recuperación física y mental, ya que permite al cuerpo repararse y descansar y al cerebro procesar las emociones, los pensamientos y la información del día.
Dormir lo suficiente de forma constante puede mejorar el estado de ánimo, potenciar la función cognitiva y mantener bajo control nuestra respuesta al estrés.
Junto con el ejercicio, prácticas como la respiración profunda, la meditación y la atención plena pueden ser técnicas útiles para afrontar el estrés. Estas técnicas ayudan a calmar la mente y a reducir el estrés y la ansiedad.
Los ejercicios de respiración profunda, como la respiración diafragmática, pueden activar la respuesta de relajación del organismo, reducir la frecuencia cardiaca y disminuir la tensión muscular.
La meditación fomenta la atención y el aumento de la conciencia, lo que puede ayudar a las personas a separarse de los factores estresantes y encontrar claridad mental.
La atención plena implica estar totalmente presente en el momento sin juzgar, lo que nos permite observar nuestros pensamientos y emociones sin agobiarnos.
Compartir con seres queridos de confianza puede estrechar nuestros lazos al permitirnos sentirnos realmente vistos y comprendidos, especialmente cuando estamos lidiando con demasiado estrés. A veces, el mero hecho de saber que otros se identifican con nuestros problemas puede calmar nuestros nervios y hacernos sentir seguros.
Pruebe algunos ejercicios de intimidad inspirados en el Instituto Gottman. Plantéate hacer estas preguntas a tu pareja o a un ser querido, o incluso utilízalas como estímulos en tu diario para profundizar en tus propias emociones y encontrar formas de manejar el estrés cuando te resulte abrumador:
El estrés es una parte común de la vida, algo que todos experimentamos. Pero la buena noticia es que es reversible. Si introduces cambios sencillos en tus rutinas y das prioridad al autocuidado, puedes reducir su impacto en tu salud física y emocional, así como en tus relaciones.
El mero hecho de que estés leyendo esto demuestra tu voluntad de hacer un cambio positivo. Así que anímate: tienes el poder de llevar una vida con menos estrés.
Estrés crónico > Hojas informativas > Yale Medicine
Comprender la respuesta al estrés - Harvard Health
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